Baelo Claudia, la ciudad hispanorromana

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El conjunto arqueológico de la ciudad hispanorromana de Baelo Claudia es un gran desconocido para muchos andaluces, entre ellos nos incluíamos nosotros hasta que decidimos hacer una parada, ya casi obligada, para visitar las ruinas en nuestro regreso desde Caños de Meca hacia Granada, pasando por la costa en esta ocasión.

Tras tres días disfrutando de playas de ensueño y de la maravillosa ciudad gaditana, emprendimos el viaje de regreso con calma, con la intención de aprovechar aún las horas que teníamos por delante para ver y disfrutar un poco más de las vacaciones que, lamentablemente, saben a poco y se acaban siempre antes de lo deseado.

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El primer destino era Barbate, pero el GPS y nuestro propio despiste nos confundió de salida y aparecimos más cerca de Zahara de los Atunes que de otro sitio, y puesto que era nuestra segunda parada prevista, dejamos a Barbate para la próxima visita a la provincia de Cádiz.

La localidad de Zahara de los Atunes es fundamentalmente turística y prueba de ello son los cientos de apartamentos y hoteles que hay para pasar las vacaciones. Sus dunas se extienden durante kilómetros dando paso a una playa de arena dorada y un agua turquesa que invitaba a bañarse a pesar de las olas. La mañana la disfrutamos jugando en las olas que cada vez eran más grandes y el resultado era acabar rodando entre espuma blanca, arena revuelta y algas arrancadas del fondo marino. Pero disfrutamos como enanos.

Nuestro afán por visitar sí o sí la ciudad de Baelo Claudia, aún desconocida para todos nosotros, nos hizo emprender de nuevo el camino, justo a tiempo para llegar al conjunto arqueológico una hora antes del cierre. (Ver horarios)

Así que sin prisa pero sin pausa, hicimos el recorrido recomendado para ir viendo las diferentes áreas y zonas que componían la ciudad, intentando imaginar aquellas calles y edificios en pleno bullicio, con el mercado, las viviendas, la factoría de salazón, etc. en funcionamiento.

Impone el buen estado de conservación de algunas de las construcciones, como es el caso de la Basílica, cuyas columnas aún rodean la nave principal y está presidida por una impresionante escultura a gran tamaño del emperador Trajano, a quién rendían culto.

Las termas y el anfiteatro si cuentan con mayor intervención para su restauración y conservación, y los templos están prácticamente reducidos a un montón de piedras y restos, en el lugar donde antaño se levantaban majestuosos, como es el caso del templo en honor de Isis.

En el interior del museo se encuentran expuestos algunos de los restos encontrados durante las excavaciones arqueológicas, pero debido a nuestra falta de tiempo, no tuvimos oportunidad de visitar el interior del museo, que por cierto, es gratuito para los europeos acreditados y para el resto cuesta 1,50 €.

Disfrutamos de las estupendas vistas del enclave, con la playa de Bolonia y sus grandes dunas a nuestros pies y decidimos comer en la misma zona donde habíamos aparcado el coche, improvisando un merendero en la cuneta.

Una vez repusimos energía, nos dirigimos a la zona de Tarifa, no sin antes hacer un alto en el camino en Valdevaqueros, donde una decena de skysurf inundaban la costa y el cielo con sus  alegres colores y movimientos guiados por el viento.

De nuestra ruta de regreso sólo quedaba una parada prevista, si la climatología era propicia para ello. El Mirador del Estrecho, un lugar desde donde se puede ver, en los días claros como era aquel, la costa de África con total claridad, pudiendo distinguir la ciudad de Ceuta con facilidad. El trasiego de embarcaciones y cargueros que pasan de forma constante por el Estrecho y apreciar la escasa distancia que existe entre ambas costas es algo digno de contemplar. Se trata del punto más próximo entre ambos continentes, con apenas unos 14 kilómetros de distancia.

Y así, con la sensación de no querer dar por terminada nuestra aventura de cuatro días por la costa gaditana, volvimos a Granada. Y ahora un girasol en un vaso de agua nos recuerda las campos de Vejer de la Frontera, junto con la arena fina que ahora guardamos en un tarro de cristal para recordar las playas donde hemos estado. Hasta pronto Cádiz.

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